Fue una soñadora profesional. Por eso vivió, fuera del orden impuesto a las mujeres españolas de su época, como poeta, como exitosa autora y directora teatral, como empresaria, como periodista en algunos de los medios más importantes del momento, como montañera (ser paseante es otro modo de escribir, no lo olvidemos).
Fue una soñadora comprometida que entregó su espíritu de librepensadora republicana a la defensa de los derechos de las mujeres; sabía que esto significaba luchar por los más débiles, por las obreras y los obreros explotados a los que no se deja escribir el otro lado de la historia oficial, por los niños y niñas a los que se les roba la infancia, por los que nadie quiere ver no sea que nos reconozcamos responsables de la injusticia permitida. Pacifista, militante activa de la tolerancia y el respeto, a pesar del temprano reconocimiento público de su obra, que avalaron algunos de sus más ilustres contemporáneos, tuvo que firmar, alguna vez, con seudónimo que ocultara su condición de mujer. Cuando ingresó en la logia masónica alicantina “Constante Alona” su simbólico “Hipatia” traía buena parte de su manera de estar en el mundo. Su vínculo con la logia madrileña “Hijas del progreso” o con la logia “Jovellanos”, de Gijón, continuaría ese itinerario como podemos deducir al haberlas elegido. LEER MÁS »